11 febrero 2001

El caso del Malpaís de Güímar


Antonio de los Santos Gómez
Profesor Titular de Ecología de la Universidad de La Laguna
Publicado en La Gaceta de Canarias, domingo 17 de octubre de 1999. Reproducido con autorización del autor.


Siguiendo los clásicos planteamientos fitosociológicos, la isla de Tenerife se percibe a modo de compartimentos estancos (pisos bioclimáticos y de vegetación) con límites definidos. Así, esta concepción supone la existencia de mecanismos internos de organización que confieren a los ecosistemas una estabilidad, persistencia e independencia.

Por el contrario, la Isla se puede percibir bajo un enfoque sistémico, apoyado sobre una concepción interdependiente y jerarquizada de los espacios naturales. A tal respecto la unidad de funcionamiento de más alto rango estaría constituida por las cuencas hidrográficas, representadas, por ejemplo, por el Valle de Güímar, donde las unidades fundamentales de funcionamiento son las cabeceras de los barrancos en las cumbres (cuenca de recepción), los barrancos encajonados en las medianías (erosión y arrastre) y las faldas de la Isla con acumulación de sedimentos.

En este sentido, el enfoque funcional supone una interdependencia de todos los elementos bióticos y abióticos, desde las cumbres hasta el nivel del mar, de manera que no se puede explicar la existencia de un sistema natural local sin tener en cuenta los factores externos o pertenecientes a un nivel jerárquico superior. Así, procesos de erosión, transporte y sedimentación a lo largo de las vertientes, el ciclo hidrológico con sus fases de escorrentía superficial y subterránea, son determinantes para explicar la existencia de los ecosistemas tinerfeños. Además, sobre este esquema ambiental de tipo fisiográfico constituido por la cuenca hidrográfica, habría que superponer un orden jerárquico superior relacionado con la dinámica atmosférica y la circulación marina.


El Malpaís de Güímar

Derivado del estudio de este paraje natural se concluye que este sistema natural volcánico, que ha alcanzado una organización biocenótica y paisajística extremadamente compleja "el jardín de un volcán" -alta diversidad ecológica, especialización de formas de vida, riqueza genética, alta variabilidad de hábitats y nichos- que contrasta con el escaso desarrollo y precaria organización que manifiestan otros malpaíses de los ambientes costeros tinerfeños, e incluso con los de ambientes montanos de la Isla donde se supone que existe una mayor productividad dadas las altas precipitaciones que recogen anualmente. Además, se ha demostrado, en los análisis de la estructura de las comunidades y dinámica de las poblaciones más relevantes (lagartos, insectos, etc.) del Malpaís de Güímar, que los factores y procesos ecológicos condicionantes están relacionados con la red hidrográfica, sobre todo a través del flujo de agua subterránea y su acumulación en depósitos subterráneos basales que, además, tienen una cierta incidencia sobre los procesos de salinización del subsuelo al contacto con el agua marina que se infiltra. Por otro lado, el mantenimiento del Malpaís depende de los sistemas de vientos de NNE y las corrientes marinas, de manera que las costas, al nivel del Caserío del Socorro, reciben aportes de materiales sólidos en suspensión y por arrastre costero, principalmente arenas, mediante las corrientes marinas locales que siguen la orientación sur. Posteriormente, los materiales sólidos, acumulados en la costa, son barridos por los Alisios del NNE hacia el interior de las coladas volcánicas que constituyen el Malpaís.

Todo ello genera, dentro de la enormidad de grietas volcánicas, un ambiente que podemos denominar como "macetas volcánicas" que se forman en determinados sitios al ser rellenadas las grietas con los materiales que el viento transporta -ó- y quedaron y quedan atrapados (arenas, materia orgánica, semillas, etc) desde hace más de 10.000 años, y bajo la cual existe un importante acuífero de carácter dulce. De manera que el flujo de materia y energía, que mantiene la singular fisionomía del Malpaís, depende de factores externos al mismo, relacionado con la componente vertical gravitatoria (flujo de agua y sedimentos en situaciones de fuertes borrascas, y agua subterránea) y la componente horizontal que procede del NE y se relaciona con la dinámica de vientos y corrientes marinas asociadas a la costa.


Un ejemplo de mala gestión

La Administración al tiempo que percibe el Malpaís como una unidad paisajística de límites definibles y la cataloga como espacio natural protegido (Reserva Natural Especial), trata con total indiferencia la matriz ambiental donde se ubica. Así, el paraje natural que se quiere conservar, se ve sometido al impacto de acciones tales como la extracción intensiva de agua de pozos y galerías, actividades agrícolas, industriales y desarrollo urbanístico (Caserío del Socorro y el Puertito de Güímar en la misma costa, y por el interior el Polígono Industrial de Güímar, la Autopista Sur, por la ladera norte del Volcán de Montaña Grande. y el propio pueblo de Güímar en las medianías a nivel de los conos de deyección de los barrancos, donde la extracción de áridos llega hasta límites insospechados, dado que no se realizan estudios objetivos de planificación urbanística ni de evaluación de impactos ambientales.

Este conjunto de impactos rodean al Malpaís y lo aísla progresivamente. De esta manera auténticas "murallas" se interponen en los flujos de materia y energía que alimentan al malpaís y lo hacen tan especial.

A la vista de esta situación, el medio y las biocenosis que contienen y que caracterizan la singularidad de este paraje, sufrirán una degeneración o regresión hacia estados más primarios, propios de otros malpaíses "vulgares" de la isla de Tenerife ¡ y perderá su encanto !.


Estrategias de conservación

Se hace necesario romper con la mentalidad que tiene la administración en relación con la protección de espacios naturales aislados, a modo de parches de naturaleza que por su singularidad (botánica y zoológica) se protege estableciendo límites espaciales, y concebir la conservación en relación con el desarrollo de redes de espacios naturales interconectados, por ejemplo, siguiendo una cuenca hidrográfica y estableciendo "corredores ecológicos". El flujo de información entre los diferentes hábitats es fundamental conocerlo con detalles (flujo de suelos, de agua, de materia orgánica, de especies, etc.).

En concreto, una red de espacios naturales propios de un territorio insular como es el Valle de Güímar, se podría desarrollar enlazando las cumbres de la isla (Cumbres de Izaña) y barrancos de medianías (Bco. de Badajoz, Bco. del Agua) con las zonas costeras siguiendo la Ladera de Güímar, constituyendo un corredor "verde" que, a nivel de los 200-300 metros sobre el mar, se abriría formando un abanico que envolviendo al volcán de Montaña Grande, se extendería hacia el Caserío del Socorro.

Aparece así una banda altitudinal interdependiente, donde se explique la funcionalidad del sistema como un todo y no como la suma de sus partes. El conocimiento profundo de los procesos del ecosistema (Valle de Güímar), sus ritmos, las perturbaciones y en definitiva su estructura espacial y temporal, puede hacer compatible las actividades humanas relacionadas con su explotación (agrícolas, recreo, urbanas e industriales) del territorio con la idea de integrar todos sus elementos en planes de desarrollo sostenible.

A tal efecto, se considera el estudio de las biocenosis, mediante el análisis de "especies claves" (que tienen un papel fundamental en la red trófica del malpaís) e "indicadoras de procesos", que condicionan la estructura y función de dicho sistema natural, tal y como lo conocemos y percibimos. Todo ello, en combinación con el conocimiento de procesos edafológicos e hidrogeológicos, permitiría tocar las claves en relación con los riesgos de impactos derivados de la gestión, explotación y planificación territorial del área costera y montana del Valle de Güímar.

Se asume una interdependencia territorial de los ecosistemas siguiendo una ordenación jerárquica, de manera que la creación de áreas protegidas a modo de reservas naturales no deba ser considerada a modo de compartimentos estancos, propios de una visión estructuralista y fijista, sino desde una perspectiva holística relacionada con el flujo de materia y energía, teniendo en cuenta que uno de sus resultados es la sucesión ecológica y otro la evolución de las especies, contemplando la rehabilitación de senderos naturales y seminaturales a modo de corredores ecológicos.

A tal respecto, la ordenación del territorio debe estar condicionada, en una isla como Tenerife, poseedora de una riqueza paisajística de enorme importancia en términos de bienes y servicios, por el conocimiento de una cartografía funcional del territorio, de manera que el crecimiento sostenible de la economía se base en una buena conservación de los ecosistema "tópicos" de la Isla, a través del estudio y gestión adaptable de los mismos, en combinación con la explotación de áreas relacionadas con diferentes servicios (agricultura, urbanismo, industria, turismo, etc.).

La reconstrucción del Ecosistema tinerfeño, con mayúscula, en la diversidad paisajística, primero, científica y de gestión adaptable, debe, finalmente, ser evaluada en términos de coste beneficio, para lo cual se debe articular un plan de educación ambiental, encaminado a la explotación del recurso más importante, el paisaje, como decía el Prof. Fernando González Bernáldez, de las Islas Canarias y, en general, de todos los territorios españoles, para el siglo XXI. En este sentido, la integración de factores ecológicos e históricos genera un marco territorial muy diverso, que permitiría descargar la presión que ejercemos sobre nuestras costas, al tiempo que desmitificaría la trasnochada frase o slogan de nuestros antecesores políticos: ¡España, tierra de sol y playas!


Antonio de los Santos Gómez
Profesor Titular de Ecología de la Universidad de La Laguna

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