21 mayo 2001

La carrera de la Reina Encarnada


Carlos Suárez Rodríguez

Doctor en Biología. ExDirector –Conservador del Paraje Natural Dunas de Maspalomas. Delegado de Intersindical Canaria en la Consejería de Política Territorial / Las Palmas.


En medio de tanto debate sobre “deso” (desarrollo sostenible en adelante) ahora resulta que todos están falseando la realidad. Las licencias de construcción seguirán y darán para machacar territorio y recursos un par de años más. Lo que significa que se exigirán más áridos, más arenas, más recursos naturales afectados de los que menos quedan en Canarias. En definitiva, en tiempo real y no virtual, seguiremos viendo cómo desaparecen hábitats y especies sin ningún tipo de control del desarrollo que los acosa y destruye. Ahora se ponen las tintas en el turismo sin que se hable de las infraestructuras, del descontrol planificatorio en las obras institucionales, de la absoluta falta de coordinación interadministrativa y de la nula eficacia de los distintos regímenes de supervisión y participación social sobre los todopoderosos procedimientos administrativos.

Anhelantes por un territorio ambientalmente más equilibrado, a la vista de los errores del pasado, seguramente somos muchos los que hemos albergado la esperanza de que alguno de los gobiernos que nos regentasen, fuesen del color que fuesen, darían una alternativa real de gestión positiva del territorio.

Sin embargo, en los últimos 20 años un cúmulo de legislación espectacular (40 % del territorio protegido, etc.) pero prohibitiva, alejada de la realidad y sin ningún tipo de desarrollo reglamentario tan sólo ha conseguido los efectos contrarios a lo que regulaban haciendo que surgieran viviendas donde antes sólo había cultivos, urbanizaciones donde ayer había hábitats únicos, carreteras donde hasta hace poco sobrevivían masas imponentes de cardonales y agujeros de canteras donde antaño florecían bellas comunidades vegetales o despuntaban en el horizonte conos volcánicos majestuosos.
Es bastante aclaratorio el reciente articulo de los empresarios donde hacen notar que la moratoria no surge en un momento especialmente álgido del desarrollismo en Canarias, lo que ratifica el hecho de que los problemas actuales son acumulativos y reiterados.

Cada vez más, nuestro escaso entorno naturalizado se ve inmerso en un caldo de cultivo donde los virus del desarrollo, procesos vivos y cambiantes con una capacidad de transformación y de adaptación a las circunstancias imparable, no cuentan con anticuerpos adecuados, llámense consejos sociales, órganos colegiados independientes y operativos, cuerpos de gestión ambiental ágiles capaces de visualizar, interpretar, juzgar y adaptarse a esa capacidad de transformación letal de las ciudades, de los suelos urbanos, de nuestros ocios, de nuestras infraestructuras, de los movimientos especulativos que demandan y devoran territorio a la misma velocidad que generan impactos, residuos y mas dramas ambientales...

Es curioso que de todas las voces que en estos días hablan “deso”, no se oigan foros como los Patronatos Insulares de Espacios Naturales Protegidos, el Consejo Asesor del Medio Ambiente de Canarias (¿pero existe?), la Comisión de Biodiversidad, las Juntas Rectoras de los Espacios... que tienen entre sus fines ese objeto.

Posiblemente si se les escuchase o manifestasen su parecer confirmarían que las medidas de control de los problemas ambientales son más bien sencillas recetas homeopáticas y de escaso presupuesto, que aplicadas con perseverancia, dan frutos ecológicamente saludables.

Pero esas no son las medidas que les sirven a los políticos y grupos de presión que tienen secuestrado el debate sobre la gestión eficaz del territorio. Valen mas las rimbombantes operaciones estrella a salto de mata, las acciones multimillonarias mimetizadas con una verborrea ambiental falaz y sin consistencia técnica que se disipan conjuntamente con un par de titulares espectáculo y un par de artículos de prensa.

Las administraciones públicas canarias y los corporativistas y poco dados a la humildad ecológica cuerpos técnicos en los que se apoya para la ordenación del territorio, así como los sistemas de control que sobre ellas deberían pesar, han demostrado sobradamente en estos años su incapacidad para vertebrarse y generar estructuras y órganos de gestión, estables y duraderos, capaces de resolver el grave problema que en materia ambiental nos agobia.

Parece que tan sólo interesa guardar en la manga el comodín del territorio para poder manipular y planificar el futuro, y se pinta ahora de verde porque ese es el discurso del turista y mañana de marrón porque eso es lo que aportará dinero. Ejemplos de la versatilidad y brujuleo desnortado de los urbanitas que planean sobre el medio hay muchos, y en todas las islas.

Uno de ellos, emblemático por lo significativo de la lucha social que está generando, es el del proyecto de urbanización del entorno del espacio protegido del Malpaís de Güímar en Tenerife, y que demuestra una vez más las terribles servidumbres de proximidad de nuestros espacios protegidos con expectativas urbanísticas en sus linderos que los convierten en carne de suelo urbanizable.

Y más grave es, en este caso concreto, que el eufemista “parque tecnológico “ que se pretende ejecutar se inserte en un Área de Sensibilidad Ecológica , lo que confirma las veleidades del gobierno del territorio que permitiría, si se aprobase, destruir no sólo el lugar “sensible” sino los procesos que de su preservación dependen: los recursos vinculados a los ecosistemas arenosos mas valiosos del Malpaís de Güímar.

Es por ello que, en esta nueva etapa desarrollista (camuflada y marcada por la “infraestructura turística excelente”, la palabra “ambiental “ almibarada, y el concepto “desarrollo sostenible” en boca de los que más lo han socavado y manchado), tan sólo queda echar mano del rearme social, de las organizaciones ciudadanas, de los comités de empresa, de las tribus urbanas o rústicas, de las asociaciones y los vecinos de al lado y dentro del escaso espacio libre que aún nos queda para que, de modo independiente de la administración y de los grupos de presión económica y los intereses consorciados que defienden, apoyadas o no en conceptos intelectuales e ideológicos sólidos, simplemente conscientes de la urgencia de proteger y gestionar nuestros recursos por mera y egoista supervivencia, consigan apearnos de esta máquina infernal del desarrollismo más feroz que ahora venden barnizado con una extraña pátina de color verde.

Si no conseguimos parar esta rocambolesca parodia, este pequeño y biodiverso mundo insular no dejará de ser como el País de la Reina Encarnada, de Lewis Carroll, donde todos tenían que correr a toda velocidad para continuar, simplemente, en el mismo sitio.