Miguel Molina Borja
Doctor en Biología. Profesor titular de la Universidad de La Laguna.
El Malpaís de Güímar...! Sólo el nombre ya trae memorias de hace bastante tiempo. Cómo no recordar las primeras excursiones con mi amigo Eduardo Barquín, amplio conocedor de la flora (y también de la fauna) del archipiélago!
Aquel campo de lava, profusamente salpicado de cardones, tabaibas, cornicales, etc, suministraba tal contraste a la vista que ya era inevitable asociarlo con una intensa sensación de placer y bienestar. No puedo tampoco olvidar aquellas excursiones sucesivas, cuando con Miguel A. Peña realizábamos una serie de filmaciones (con el entonces moderno sistema de super-8!), para intentar hacer un pequeño montaje sobre las características de paisaje, botánicas y faunísticas del lugar. Ya desde entonces, muchos nos dábamos cuenta del inmenso valor que tenía aquel lugar. Luego vimos con preocupación como aparecían unos inmensos mojones de piedras pintadas de blanco, que nos hicieron presagiar lo peor para aquel lugar inigualable dentro de Tenerife. Afortunadamente, los mojones no fueron sustituidos por parcelas edificables. Y ello ocurrió gracias entre otros, a colegas biólogos que se movieron para preservar esa área de alto valor ecológico.¿Qué añadir a lo que ya se ha dicho y escrito? Si no fuera bastante con el valor paisajístico, con la comunidad vegetal característica de ese hábitat, está también toda la fauna asociada a ese tipo de substrato y de vegetación que han estudiado diversos especialistas.
Por mi parte podría aportar un pequeño granito de arena hablando de los lagartos que habitan allí. Poder vivir en ese lugar ya es una proeza. Aunque, por otra parte, es lógico que lo hagan. Las altas temperaturas a nivel del suelo, debido al color oscuro de las lavas, múltiples agujeros donde guarecerse y un mínimo de recursos alimenticios (debe ser el factor limitante de su dispersión allí), hacen que sea un lugar adecuado para estos importantes, y quizás poco apreciados, animales. Estudios ecológicos realizados hace algún tiempo y estudios en marcha en la actualidad muestran que los lagartos del malpaís han sabido adaptarse perfectamente a varios tipos de hábitats incluidos dentro del conjunto del espacio natural. El colorido de los machos es característico de esa zona, y diferenciado del que ocurre en otros lugares de Tenerife: sus manchas laterales de color azul están bordeadas de un pequeño anillo de color gris claro; ello hace que destaquen con respecto a la piel que los rodea, de color oscuro, negro en ocasiones, y ello seguramente contribuirá a que dichas manchas sean más visibles a una cierta distancia y que permitan así la comunicación con otros individuos. Las características físicas y climatológicas del malpaís deben suponer factores selectivos a los que tienen que adaptarse los animales para sobrevivir allí. Podemos, pues, considerar al malpaís como un laboratorio natural donde están ocurriendo, ahora mismo, procesos activos de selección y adaptación. Estos procesos deben verse alterados en los bordes del malpaís, dado las condiciones totalmente distintas en la periferia de este enclave, sobre todo si el espacio allí es sometido a procesos de alteración del terreno natural. Tanto los animales como los vegetales que vivan en las inmediaciones de dicha periferia pueden verse afectados negativamente. Es por ello conveniente la existencia de un cinturón periférico no alterado que pueda servir de amortiguador frente a la influencia de zonas más periféricas ya irreversiblemente alteradas por el Polígono Industrial “Valle de Güímar”.
No menos importante que los aspectos paisajísticos y científicos de este espacio natural son los usos que pueden dársele al mismo. Así, por ejemplo, viene siendo usado desde hace muchos años como recurso pedagógico, tanto a nivel universitario como de enseñanza media. Por otra parte, es también tradicional el uso de ciertas zonas del parque para actividades de pesca y caza, así como para el simple y puro disfrute de pasear por un espacio abierto sin el agobio creciente de los ruidos, la contaminación y el exceso de cemento y asfalto.
De todo lo anterior se deduce la conveniencia de mantener la Reserva Natural Especial del Malpaís de Güimar aislada de influencias que pudieran ser perjudiciales para su evolución futura, fijando un nuevo límite que coincida con el histórico Camino de El Socorro.
Miguel Molina Borja. Doctor en Biología. Profesor titular de la Universidad de La Laguna.
No hay comentarios:
Publicar un comentario